A veces uno piensa, y se debate entre el amor al látigo y el precio en crudo del pesebre y el desprecio sangrante de sí mismo, del yugo y del estigma. A veces uno piensa, y se percata de la carrera atroz trampa adelante, de la voraz subasta con muerto en las vitrinas, del púrpura antifaz de la impostura. A veces uno piensa, y se deshace la carne del temor con su harapienta mortaja de silencio, la ceniza sin fe, el templo de la muerte y sus cimientos.
Descarga: